miércoles, 5 de diciembre de 2012

La vuelta.



Ultima ronda, se va silenciando de murmullos el bar. Poco a poco las mesas vuelven a la solitaria espera de sentar un comensal.
Recorrida por el salón, el baño y la cocina. Las teclas de las luces van tildando lo espacios visitados al bajar las perillas. Un café y un cigarro acompañan al escrito de la lista de bebidas y frutas que hay que pedir para mañana.
La calle se vacía mientras cambia el aire de la noche por la brisa matutina. Los personajes cambian de jóvenes joviales a aburridos porteros con mangueras en mano, autos con música fuerte por camiones con reparto leche.
La noche hace su entrada final, el bar cumplió con su función una vez mas, es hora de descansar. 1 5 3 8, los dígitos que inician el conteo de la alarma, nunca falta la silla en el medio para patear cuando se emprende la huida hacia la puerta.
La ultima pitada antes que vuele el pucho por los aires volviéndose cada vez más rojo hasta caer al asfalto. Media vuelta de llave a la “Gilerita” del ´49, palanca abajo al grifo del tanque, 5 apretadas al cebador, una patada para comprimir el motor y otra para arrancarla. Empieza el viaje de vuelta. La luz del sol que asoma deja ver mejor el mar. La calle asolada te deja pasear por el medio, zigzagueando con las dos ruedas. Son varias la veces que se me asoma la idea de que tal vez la moto hizo lo mismo 50 o 60 años atrás, llevando a su casa a algún tano pescador al salir del puerto al volver a “A las casas”. No puede faltar la vuelta extendida, si el clima lo acompaña, y aprovechar para visitar de sorpresa a Waikiki, quien no espera el encuentro hasta después del medio día por lo general.
Se ilumina el garaje por la luz que entre deja pasar la puerta, la “Frankie” (Daytona 350) recibe un tanto celosa a la “Gilerita”, pero al final se alinean para descansar también.  
       
El perro se acomoda entre las piernas, sabiendo que ante la ausencia esta uno en deuda y es imposible bajarlo de la cama.  Una última canción, para dormir mejor y pensar que una noche más, el cantinero cumplió con su pequeña misión: Al menos uno de los que paso por la barra, se acostó con una sonrisa.
A dormir, que mañana también hay función.

viernes, 2 de marzo de 2012

Sea Sereno, sea Feliz.


Sea Sereno, sea Feliz.
                Los Heladeros del Tiempo.-

¿Que es lo que hace que un bar sea mejor que otro? ¿La barra, la arquitectura, la decoración o la música? Pappo diría que son muchos pensamientos para una sola cosa. Para mi no son ninguna de todas las enumeradas, es mas simple. Lo que diferencia, es la gente. Y eso incluye a todos, tanto a los clientes como a los que trabajan.
 
 
Pensémoslo bien, un bar precioso, pero vacío, es un lindo edificio, pero no un lindo bar.
Cuando elegimos un bar para salir por la noche ¿Que determina la elección? ¿La decoración que tienen en las paredes? La música que suena, tal vez, o ¿La gente que lo frecuenta? Inconscientemente la elección la hacemos por que tan bien la pasemos ahí. Para una primera vez si puede influenciar la decisión el lugar música, producto, etc, pero lo que hace que vuelvas son las emociones, y estas inevitablemente la generan las personas.


Por supuesto que son esenciales las buenas barras, las bebidas, sus comidas, la comodidad, etc. Pero todas ellas son las que ayudan a potenciar las emociones y sentimientos del noche a noche de cada lugar.
Tengo por costumbre los días agitados de trabajo en la barra, cuando la demanda se aliviana, tomarme un break de 10 minutos en la puerta con una cervecita y un tabaco. Una noche al ver el bar desde afuera, presencie una bella imagen: Toda la barra, camareros y clientes brindaban y gritaban felicidad con un shot de Manhattan en la mano (por desgracia a costas de mi bolsillo), en ese momento entendí que por fin había encontrado lo que buscaba, tener un bar feliz.







Cuando el bar es feliz, contagia. Va mesa por mesa propagando jolgorio. Los cocktails potencian el volumen de las risas. La música acompaña a las alegrías mientras que el bar contiene las buenas vibraciones y las hace rebotar hacia las personas volviéndolas cíclicas.  
 
Gente que se apasiona por lo que hace. Sonidos que potencian ritmos. Lugares con magia que transporta. Bebidas que paralizan el tiempo.  Un bar feliz. 







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