Ultima
ronda, se va silenciando de murmullos el bar. Poco a poco las mesas vuelven a
la solitaria espera de sentar un comensal.
Recorrida
por el salón, el baño y la cocina. Las teclas de las luces van tildando lo
espacios visitados al bajar las perillas. Un café y un cigarro acompañan al
escrito de la lista de bebidas y frutas que hay que pedir para mañana.
La calle se
vacía mientras cambia el aire de la noche por la brisa matutina. Los personajes
cambian de jóvenes joviales a aburridos porteros con mangueras en mano, autos
con música fuerte por camiones con reparto leche.
La noche
hace su entrada final, el bar cumplió con su función una vez mas, es hora de descansar.
1 5 3 8, los dígitos que inician el conteo de la alarma, nunca falta la silla
en el medio para patear cuando se emprende la huida hacia la puerta.
La ultima pitada antes que vuele el pucho por los aires volviéndose cada
vez más rojo hasta caer al asfalto. Media vuelta de llave a la “Gilerita” del
´49, palanca abajo al grifo del tanque, 5 apretadas al cebador, una patada para
comprimir el motor y otra para arrancarla. Empieza el viaje de vuelta. La luz
del sol que asoma deja ver mejor el mar. La calle asolada te deja pasear por el
medio, zigzagueando con las dos ruedas. Son varias la veces que se me asoma la
idea de que tal vez la moto hizo lo mismo 50 o 60 años atrás, llevando a su
casa a algún tano pescador al salir del puerto al volver a “A las casas”. No
puede faltar la vuelta extendida, si el clima lo acompaña, y aprovechar para
visitar de sorpresa a Waikiki, quien no espera el encuentro hasta después del
medio día por lo general.
Se ilumina el garaje por la luz que entre deja pasar la puerta, la “Frankie”
(Daytona 350) recibe un tanto celosa a la “Gilerita”, pero al final se alinean
para descansar también.
El perro se
acomoda entre las piernas, sabiendo que ante la ausencia esta uno en deuda y es
imposible bajarlo de la cama. Una última
canción, para dormir mejor y pensar que una noche más, el cantinero cumplió con
su pequeña misión: Al menos uno de los que paso por la barra, se acostó con una
sonrisa.
A dormir, que mañana también hay función.
explìcitamente poètico, abrazo!
ResponderEliminary pensar que después de tanto trabajo, solo dura lo efímero... Esas noches que entregamos la consciencia en manos del mejor cantinero que encontramos en el camino de lo vano, son las que mejor se valen.. Salud y gracias capitán
ResponderEliminarLa puta madre colega, si hasta me hiciste lagrimear. Que bueno saber que más allá de la distancia que separa Rosario de Mar del Plata, hay otro que se va contento por lo mismo que nos vamos nosotros acá. Usté tiene mar y tatuajes, yo río y de piel blanca, pero se que defendemos los mismos colores.
ResponderEliminarGracias por la emoción. Y eso que no me gustan las motos.
Abazo!
1 5 3 8... No te muevas
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